Eran las 6 de la tarde, no había almorzado y ya hacía hambre. Estaba en uno de aquellos momentos en los cuales uno deja de ser racional y se deja tentar por el instinto, tanto así que para mi todo era comestible, hasta el boleto del micro parecía tornarse en una alternativa para quitarme ese hambre asesino que no me dejaba pensar en nada más que comida. Caminaba por la calle buscando inconscientemente (o conscientemente, ¿quién sabe?) qué comer. Mi presupuesto achicaba la lista de posibles lugares a los cuales podía ir para matar el hambre, y mientras seguía atormentándome sobre a dónde ir, fue el olfato el que se encargó de llevarme hasta ese garaje que, desde aquel día, no dejo de frecuentar cada vez que me encuentro corto de presupuesto y con harto ambrosoli. "ALITAS BROASTER" decía arriba de la carretilla blanca que abre 24 horas al día, los 7 días de la semana. El olor que emana es irresistible y el precio también, 2.50 la alita con papas y ensalada, ese día y siempre suena más que bien. Por eso, cada vez que paso por ahí, no dudo en pedirme una, con o sin hambre, solo por el placer de comer. Al parecer KFC tiene competencia.
domingo, 6 de junio de 2010
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